sábado, 17 de mayo de 2008

Un fraile Dominico de bien

Cuando me apunté a AULACO escribí unas palabras de agradecimiento por mi paso por la Universidad Laboral de Córdoba, quedan recogidas en mi ficha. En aquel momento recordé a mis profesores, en especial a dos que me marcaron de forma extraordinaria por su buen hacer pedagógico.

El Padre Fray Rafael Cantueso me dio religión pero con él no fue nunca “una de las marías”, él supo darle un sentido profundo a sus explicaciones y nos trasladaba un interés enorme por profundizar en las fuentes de todo el conocimiento cristiano: La Biblia.

Se notaba que preparaba sus clases y las dotaba de un interés inmenso y profundamente religioso, con él profundizamos en el Antiguo Testamento, en los Evangelios,…y todo lo relacionaba con la vida diaria, con el saber estar, con la ayuda al otro, con el compartir,…Recuerdo miles de hechos de aquellas espléndidas explicaciones, relataré tres que denotan su gran humanidad. Nos contaba como su madre estaba ya mayor y era una santa y nos decía que tenía un hábito dominico ya un poco “gastaillo” que lo tenia guardado para cuando muriera su madre, pues nos decía que en la Resurrección todos los que muriesen con el hábito dominico, nuestro Señor los premiaría con la vida eterna.

Él iba siempre con su hábito y recuerdo como un 28 de enero, Santo Tomás de Aquino, me dejó su capa negra dominica y estuve con mis amigos chuleando por toda la Laboral, envuelto en la capa y a él le daba alegría que lo quisiéramos tanto… Él coleccionaba estampitas y postales de las Vírgenes de toda España y en aquellos años estaba estudiando mi hermano José Luís en la Universidad Laboral de Tarragona y me hizo el encargo de que, mi hermano, le consiguiera una postal de la Patrona de Tarragona, cosa que lógicamente yo realicé.

Siento no poder ir a su entierro pero mi madre, otra santa, necesita de mis cuidados, sobre todo después de la desgraciada muerte de mi hermano Ramón que también conoció al Padre Cantueso y sabía de su devoción por el Arcángel San Rafael.

Mi agradecimiento a Rafael Cantueso, un cordobés tan “apañao” y saleroso y tan profundamente humano y que al morir como dominico, sin duda se encontrará con su madre en la eternidad.

Juan Iáñez Peña, su alumno.

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